Imagina que tu teléfono, justo un año después de sacarlo de su caja, comienza a fallar en el momento exacto en el que el nuevo modelo comienza a colocarse en las vitrinas. O ese electrodoméstico que, de repente, deja de funcionar poco después de que la garantía expira. No es coincidencia, es obsolescencia programada: una estrategia que hace que la demanda de ciertos productos no decaiga.
Pero, ¿qué es exactamente la obsolescencia programada? ¿Qué tipos existen? ¿Cómo afecta al consumo de energía y recursos naturales? En este artículo, queremos ayudarte a conocer la respuesta a estas y otras preguntas relacionadas con este fenómeno. Sigue leyendo y descubre qué hay detrás de ese constante reemplazo de aquellos productos que apenas acabamos de adquirir.
Resumen:
¿Qué es la obsolescencia programada?
La obsolescencia programada se refiere a la estrategia de diseñar productos con una vida útil limitada intencionalmente por el fabricante, para fomentar su reemplazo periódico. Esta práctica, ampliamente adoptada en diversas industrias, desde la electrónica hasta los electrodomésticos, asegura una demanda constante de nuevos productos, impulsando así la economía de consumo.
Un ejemplo histórico notable de obsolescencia programada es la reducción deliberada de la durabilidad de las bombillas incandescentes a principios del siglo XX, un movimiento que buscaba aumentar la frecuencia de compra por parte de los consumidores. Con el tiempo, este enfoque ha evolucionado y se ha expandido a otros productos, generando debates sobre su impacto en el consumo de recursos y la generación de residuos.
Mientras que la obsolescencia programada puede estimular la innovación y el crecimiento económico, también plantea cuestiones sobre la sostenibilidad y la ética detrás de estas prácticas. En respuesta, surgen iniciativas y legislaciones en varios países que buscan equilibrar la necesidad de innovación con la promoción de la sostenibilidad y la responsabilidad ambiental.
¿Qué tipos de obsolescencia programada existen?
La obsolescencia programada adopta varias formas, cada una con su propio impacto en el ciclo de vida de los productos y en las decisiones de compra de los consumidores. A continuación te contamos cuáles son los tipos más comunes:
Obsolescencia funcional
Este tipo ocurre cuando un producto deja de ser útil debido a un fallo o defecto físico, a menudo poco después de que expire su garantía. La obsolescencia funcional es resultado directo de la planificación durante la fase de diseño del producto, donde se establece un límite en el número de usos o se utilizan materiales de menor durabilidad para garantizar que el producto dejará de funcionar después de un período de tiempo predeterminado.
Obsolescencia tecnológica o por incompatibilidad
La obsolescencia tecnológica sucede cuando un nuevo producto o tecnología hace que la versión anterior se vuelva obsoleta o incompatible con los nuevos sistemas. Este tipo de obsolescencia es común en la industria electrónica, donde las actualizaciones de software y los avances en hardware pueden hacer que dispositivos antiguos sean menos funcionales o incompatibles con nuevas aplicaciones o servicios.
Obsolescencia de diseño o psicológica
La obsolescencia de diseño se refiere a la práctica de cambiar el estilo o apariencia de un producto para hacer que las versiones anteriores parezcan desactualizadas, incluso si aún son funcionales. Esta táctica, a menudo utilizada en la industria de la moda y la electrónica apela a la psicología del consumidor, impulsando el deseo de adquirir la última versión para estar a la moda.
Otros tipos de obsolescencia
- Obsolescencia indirecta: Sucede cuando un producto aún funcional se convierte en inservible porque no hay repuestos disponibles para su reparación, o los costes de arreglarlo superan el valor del producto. Un ejemplo claro de este tipo de obsolescencia sería una impresora de modelo antiguo que funciona a la perfección, pero cuyos cartuchos de tinta han sido descontinuados por el fabricante.
- Obsolescencia por caducidad: Implica reducir artificialmente la vida útil de un producto mediante una fecha de caducidad, lo que puede llevar a los consumidores a desechar productos que aún son consumibles o útiles. El ejemplo en el que podemos pensar cuando hablamos de obsolescencia por caducidad son los productos cosméticos en los que se indica una fecha de caducidad a pesar de que mantengan su efectividad más allá de dicha fecha.
- Obsolescencia ecológica: Se promueve el reemplazo de un producto en buen estado por otro más nuevo bajo la premisa de que es más eficiente o ecológico. Aunque puede tener una base real en mejoras ambientales, a veces se utiliza como estrategia de marketing para incentivar la compra de nuevos productos. En este caso, el ejemplo en el que podemos pensar es el cambio de un coche de gasolina por uno eléctrico. Aunque el primero funciona perfectamente, se promueve el cambio como una mejora con matiz ecológico.
- Obsolescencia percibida: Ocurre cuando un consumidor cree que un producto es obsoleto, independientemente de si su funcionalidad ha disminuido realmente. El ejemplo que podemos poner en este caso es el de una persona que cambia de teléfono móvil por un modelo más nuevo solo porque ha cambiado de diseño.
¿Cuáles son las causas detrás de este fenómeno?
Entre los principales motivos que pueden fomentar la obsolescencia programada destacamos:
- Estrategias de mercado: el objetivo final es impulsar la compra repetida y evitar que caiga la demanda de un determinado producto o gama de productos.
- Innovación tecnológica: Avances rápidos hacen que productos antiguos se vuelvan incompatibles o menos eficientes.
- Presión competitiva del mercado: La competencia evoluciona y saca nuevos productos, lo cual genera una necesidad de seguir dicho patrón para ser competitivo.
- Aspectos económicos: Reducir costes de producción optando por materiales menos duraderos.
Ejemplos de obsolescencia programada
Cuando se trata de pensar en ejemplos de obsolescencia programada, hay algunos muy evidentes que nos vienen a la cabeza y otros de los que no somos tan conscientes. A continuación, te contamos algunos de ellos:
- El primer ejemplo en el que todos pensamos, la bombilla. La duración de las primeras bombillas llegó a alcanzar un uso de más de un siglo, mientras que las bombillas modernas tienden a tener una vida útil mucho más corta.
- Por otro lado, otro clásico, los smartphones. En los que vemos una reducción del rendimiento tras las actualizaciones de software o una gran dificultad para reparar componentes como baterías.
- Los electrodomésticos, como lavadoras o frigoríficos, suelen empezar a presentar fallos una vez finaliza el período de garantía.
- Otro de los ejemplos más clásicos, las impresoras. Se incluyen chips en cartuchos de tinta que cuentan las hojas impresas, una vez alcanzado el número máximo indican que están vacíos antes de estarlo realmente.
- Por último, el sector de la moda tampoco se libra. Se usan materiales de baja calidad que pierden su forma o color después de pocos lavados, impulsando a los consumidores a comprar nuevos artículos cada temporada.
¿Cómo afecta al consumo de energía y recursos naturales?
La obsolescencia programada no solo incita al consumo constante sino que también tiene un impacto significativo en el consumo de energía y en el uso de recursos naturales. Algunos puntos clave sobre este impacto incluyen:
- En primer lugar, la necesidad de reemplazar productos frecuentemente conduce a un aumento en la producción, lo cual, a su vez, eleva el consumo de energía y recursos naturales durante el proceso de fabricación.
- Asimismo, muchos productos desechados aún funcionales o reparables terminan en vertederos, contribuyendo a la contaminación de espacios naturales.
- Por otro lado, la fabricación, distribución y eliminación de productos consumen energía, generando un impacto directo en la huella de carbono y, por tanto, fomentando el cambio climático.
- Por último, la obsolescencia programada también influye en el agotamiento de ciertos materiales. Por ejemplo, la fabricación de dispositivos electrónicos y baterías implica el uso de materiales cuya extracción y refinamiento implican procesos intensivos en energía que son dañinos para el medio ambiente.
Dicho todo esto, debemos reconocer que el impacto de la obsolescencia programada también nos ofrece la oportunidad de enfatizar la importancia del reciclaje y la reutilización de componentes. Esta visión nos permite considerar cómo los productos al final de su vida útil pueden aportar de nuevo a la economía, en lugar de convertirse en simples residuos.
Además, la implementación de regulación por parte de los gobiernos sobre la vida útil mínima de los productos, se presenta como una acción que busca contrarrestar la obsolescencia programada y sus efectos. Al exigir a los fabricantes considerar la sostenibilidad de sus productos desde la fase de diseño, se fomenta una reducción significativa en el consumo de recursos y energía, alineándonos como sociedad con los objetivos de consumo responsable.
Dada esta realidad, queda clara la importancia de promover un consumo más consciente y sostenible en todos los niveles de la sociedad. De forma individual, elegir proveedores de energía comprometidos con la sostenibilidad y optar por productos diseñados para una mayor durabilidad y eficiencia energética son pasos importantes para reducir estos impactos.
En Podo, conscientes de esta realidad, promovemos prácticas de consumo responsable y ayudamos a nuestros clientes a formar parte de una transición hacia un modelo de consumo de energía más sostenible y respetuoso con el planeta. Al elegir tarifas eléctricas como Flexi Luz Hoy y adoptar prácticas de consumo sostenibles, eliges aportar tu granito de arena para reducir el consumo de energía y proteger los recursos naturales.
17 marzo, 2024